Robert Schuman. Sello alemán de 1968. Fuente: Wikipedia. |
Después de leer la “Declaración Schuman”[1], podría pensarse que, en vista del desolador panorama de las dos guerras mundiales y la inutilidad del presuntuoso Tratado de Versalles (en teoría este pacto debería haber evitado la II Guerra Mundial), lo que procuraba Schuman y los suyos con la propuesta expresada en su declaración, era materializar el dicho “si no puedes con tu enemigo, únete a él”, en el sentido de evitar a Francia el desastre de una Tercera Guerra Mundial. Sin embargo, ante la desolación de un pasado europeo convulso y doloroso, tanto para los intereses del continente como para los de la propia Francia que lo sufrió en su territorio y en sus gentes y teniendo en cuenta el perfil político y personal de Robert Schuman, lo que parece que verdaderamente pretendía era la consecución a largo plazo de una Europa serena (pacifista), integradora (no cooperadora), planteamiento de futuro construido en sólidos cimientos, que evitara conflagraciones pasadas tan desgarradoras como la Primera y la Segunda guerras mundiales ("La paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan").
Para conseguir esta serenidad europea, la estrategia de Schuman no pasaba por “brindis al sol”, es decir, por macro proyectos imposibles de realizar en el corto plazo por la idiosincrasia propia de los pueblos que habitan el continente europeo, sino que transitaba poniendo “los pies en el suelo”, o sea, por la consecución de alcanzables hitos (económicos, sociales, políticos…), que poco a poco atendieran a una verdadera entidad europea que imperceptiblemente fuera uniendo, integrando, al crisol de consonancias que conformaban, y aún temporizan, al continente ("Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen, en primer lugar, una solidaridad de hecho"). Así, el primer hito solidario y cuantificable lo configuraba la alianza, abierta a terceros países, entre Alemania y Francia en torno al mercado del carbón y del acero (“La puesta en común de las producciones de carbón y de acero garantizará inmediatamente la creación de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la federación europea, y cambiará el destino de esas regiones, que durante tanto tiempo se han dedicado a la fabricación de armas, de las que ellas mismas han sido las primeras víctimas”. En opinión de María Ángeles Muñoz Martínez[2], el pensamiento europeo de Robert Schuman se traduce en un vasto programa de orientación política configurado a base de directrices para la acción constructivo-unitaria a largo plazo.
En cuanto a si se ha cumplido la expectativa, indudablemente sería absurdo negar el avance cuantitativo y cualitativo desde esa Declaración, allá en los principios de la década de los cincuenta del siglo pasado. Sin embargo, después del fiasco de la Constitución Europea, materializado en la ligereza en algunos aspectos de su diseño y promoción, así como en el rechazo al texto de varios pueblos europeos, junto a otros hechos, como los atentados islamistas en Europa (Francia, Inglaterra, Francia…) la reflexión del por qué ocurrieron y las reacciones de los estados ante ese problema), tengo la sensación que de un tiempo a esta parte nos estamos alejando de los estadios de “serenidad” e “integración” de los orígenes (que comentaba en el primer párrafo), lo que a su vez nos empuja velozmente fuera de la senda que conduce a la ilusión, anhelo o visión europeísta schumaniana.
A modo de corolario final, y siguiendo a la doctora Muñoz Martínez, la Unión Europea debería volverse hacia las fuentes originales del “pensamiento rector” de Robert Schuman, que muestran con claridad sus fundamentos y un itinerario lógico para completar la integración. Para Muñoz, la fórmula de solución europea de este padre de la Unión genera indirectamente, desde el origen y en su aplicación, un modelo expansivo con misión propia que se sustenta en dos elementos: los principios progresivos y la acción, en el sentido que el modelo europeo se levanta sobre una aplicación democrática a escala europea vinculada a la supranacionalidad, implicando una “reforma del sistema democrático” a nivel europeo consistente en la corrección de las deficiencias visibles de las democracias nacionales europeas y la adaptación a las necesidades de la sociedad de la información, apoyándose en un sistema de equilibrio institucional entre los órganos de representación del interés común europeo y los de la representación de los intereses de los Estados. Este texto también se ha publicado en Blog de Manuel, bajo el título "Serena e integradora".
[1] Declaración de Robert Schuman, 9 de mayo de 1950. Robert
Schuman, Ministro francés de Asuntos Exteriores, pronunció la Declaración que
lleva su nombre el 9 de mayo de 1950. En ella proponía la creación de una
Comunidad Europea del Carbón y del Acero cuyos miembros pondrían en común la
producción de carbón y de acero. La CECA (formada en su origen por Francia,
Alemania Occidental, Italia, los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo) fue la
primera de una serie de instituciones supranacionales que se convertirían en lo
que es hoy la Unión Europea.
[2] Muñoz Martínez, María Ángeles. “El pensamiento europeo
de Robert Schuman: el retorno lógico de la Unión Europea a la comunidad
federación”. Universidad Complutense de Madrid. Tesis Doctoral. 2012.