En relación a la frase “Las comparaciones son odiosas, aunque a veces necesarias”, escribe Gustavo Domínguez en “Desde mi Trinchera”: “Esta famosa línea no solamente ha sido citada por muchos autores literarios, dramaturgos y oradores, sino que también es utilizada en la cotidianeidad del conversar de la gran mayoría de las personas. No existe mejor argumento en defensa de su veracidad, que el hecho que las comparaciones entre personas siempre resultan inútiles o, por lo menos, engañosas. Sin embargo, no es menos cierto, que en ocasiones, la tentación de comparar o de utilizar parámetros de similitudes, resulta un mecanismo necesario para llegar a ciertas conclusiones.”
No tengo muy claro lo de “aunque a veces necesarias”, sobre todo con la infancia y también entre los miembros de un equipo. Ayer, cuando se me empezó a escapar un comentario en esa línea, el peque me cortó en seco con la siguiente respuesta: “Papi, las condiciones eran distintas, por lo que no es comparable”. Punto pelota, pensé (dicho de otras formas: "punto fin" o "punto final"). Me tiré la tarde reflexionando sobre el asunto y su derivación profesional, es decir, en el conjunto de colaboradores/as con los que laboro. Desgraciadamente, lo normal es caer en las comparaciones, en muchos casos escudándose en la frase objeto de este post y sin pensar si es procedente tan siquiera conjugar.
Si estamos todo el día con las confrontaciones, cotejos y mediciones, sin caer en su necesidad o improcedencia, torpedeamos el preciso ambiente de compañerismo, confidencia y seguridad que debe primar en todo equipo de trabajo que se precie. Así que si eres coordinador, jefe, director o gerente de tal o cual proyecto, procura primero analizar las consecuencias negativas que toda comparación conlleva, poniendo en valor el perfil profesional del potencial receptor, antes de realizar comparaciones de su trabajo respecto a los resultados de otro u otros individuos (Fuente de la imagen: sxc.hu). Post publicado también en el sitio "Blog de Manuel".