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La adaptación de la CE a las nuevas realidades de la UE se canaliza vía reformas. La primera reforma constitucional tuvo lugar en 1992, añadiendo en el artículo 13.2, la expresión "y pasivo" referida al ejercicio del derecho de sufragio de los extranjeros en elecciones municipales. La segunda reforma tuvo lugar en 2011, donde la modificación del artículo 135 perseguía garantizar el principio de estabilidad presupuestaria vinculando a todas las Administraciones Publicas y reforzando el compromiso de España con la Unión Europea y garantizar la sostenibilidad económica y social. Ambas transformaciones intentaron demostrar la capacidad de la CE para adaptarse a los cambios y desafíos planteados por la integración europea. Sin embargo, han dejado algunas cuestiones sin resolver del todo, como la delimitación exacta de las competencias cedidas a la Unión Europea o el mecanismo de resolución de conflictos en caso de colisión entre el Derecho español y el Derecho comunitario. Por lo anterior, la relación entre la CE y la UE sigue siendo un tema de debate y análisis[2]. Entre los principales desafíos actuales se encuentran la creciente complejidad del Derecho de la UE[3], la necesidad de una mayor transparencia y participación ciudadana[4] o la defensa de los valores fundamentales de la UE[5].
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[1] Los Padres de la CE optaron por por distinguir los tratados de cesión del ejercicio de competencias a organizaciones internacionales de los demás tratados previstos en el art. 94 y estableció un procedimiento especial para la concesión de la autorización, la ley orgánica. También previó de forma muy genérica la aplicación del derecho derivado de estas organizaciones internacionales.
[2] el encaje de la Unión Europea en la Constitución Española es un proceso dinámico y complejo que requiere una constante adaptación. Si bien se han logrado avances significativos, aún quedan desafíos por superar. La capacidad de encontrar un equilibrio entre la identidad nacional y la pertenencia a un proyecto europeo será fundamental para el futuro de España.
[3] La constante evolución del Derecho comunitario plantea nuevos retos a la hora de garantizar su correcta aplicación en el ordenamiento jurídico español.
[4] Es fundamental que los ciudadanos comprendan las implicaciones de la integración europea y puedan participar en los procesos de toma de decisiones.
[5] La Constitución Española y la Unión Europea comparten una serie de valores fundamentales, como la democracia, el Estado de Derecho y los derechos humanos. Es necesario garantizar que estos valores se respeten plenamente en ambos ámbitos.