Después de la participación en el
instructivo foro sobre la corrección lingüística en los textos
jurídicos (ver post "Lo imprescindible"), me queda claro que una de
las destrezas necesitada con mayor énfasis por los profesionales de la
justicia es su capacidad de comunicarse con otras personas y, en concreto, a
través de la escritura. En este sentido, reflexiono acerca de la importancia
del reforzamiento inicialmente en la universidad y, posteriormente, de forma
continua o reciclaje profesional, promovido en los colegios profesionales y por
el propio Consejo General del Poder Judicial, en aspectos didácticos
relacionados con el desarrollo de habilidades y géneros deseables a toda
persona que se consagre a la justicia. Una orientación pedagógica adecuada
posibilitará una formación continua e integral del profesional en el proceso de
escritura como medio efectivo de comunicación, salpicando de claridad, lógica y
coherencia los textos jurídicos, dentro del respeto a los procedimientos
específicos de aplicación en materia procesal y a las reglas de ortografía y
gramática imperantes en cada momento.
En relación a la situación
de la enseñanza del Derecho en Chile, en 2012 los profesores Rodrigo Coloma[1] y Claudio
Agüero[2], en su estudio
“Los abogados y las palabras”[3], opinaban que el
delicado estado por el que atravesaba la enseñanza del derecho en Chile, hacía
necesario revisar en profundidad la manera en que se abordaban los aprendizajes
que suponían la lectura y escritura de textos. Parece que un número significativo
de los jóvenes que iniciaban los estudios de derecho en ese país, no lograban
adquirir oportunamente muchos de los aprendizajes previstos en sus respectivos
planes de estudios. Proponían los autores un trabajo focalizado y
contextualizado con los estudiantes, abordando asuntos de naturaleza semántica,
gramatical y pragmática del lenguaje del derecho. No asumir aquello implicaría
más dificultad para que, los que hoy en día son estudiantes, lleguen a
comprender y a construir una clase de textos y discursos, que les resultarán
claves para insertarse en un futuro en la comunidad disciplinaria conformada
por jueces y abogados.
Puede que la
situación apuntada para el caso de Chile sea similar a lo sucedido en otros países,
como España; es decir, si no se prepara adecuadamente al alumnado en cuestiones
tales como la redacción o la claridad, tendremos abogados, jueces, magistrados,
secretarios judiciales, que se comunican a través de un lenguaje sólo
inteligible “por y para” ellos mismos, pero no “para y por” el resto de los
mortales. Tal vez disciplinas
en materia de redacción y estilo, dentro de la configuración del programa de
grado, trabajan en esa necesaria línea de formación complementaria en redacción
y estilo apuntada por los profesores chilenos.
Por otro lado, como escribe Martín Vivaldi[4], la inteligencia de los latinos es
rápida, asimilamos velozmente la esencia de la cuestión en cualquier actividad,
profesión o empresa que desarrollemos; con mayor o menor acierto procuramos
ceñirnos a los itinerarios formales estipulados en los procesos y nos lanzamos
apresuradamente al trabajo comunicativo, sin pararnos en cuestiones tales como
el estudio del perfil de los terceros afectados por nuestro documento,
organizar las ideas en un borrador, la presentación escrita o la revisión
final, lo que en muchos casos deriva en abstracción corporativa y resultados comunicativos
mediocres, cuando no ineficientes.
Evidentemente, el jurista no se libra de
esta insuficiencia o carencia que se tiende a catalogar de estructural y
transversal en cualquier especialidad del Derecho. Es por ello sumamente importante
la preparación, la elaboración y la posterior revisión de los textos, ya sea en
una demanda, contestación a la demanda, alegaciones,… de los letrados de las
partes, o un auto, sentencia,… incluso diligencias, del Poder Judicial en
general y de los jueces y secretarios judiciales en específico.
Finalmente, para un profesional de la
justicia, cada uno de los elementos de la preparación, la
elaboración y la revisión, se deberán tener en cuenta en la consecución de una
redacción eficiente. La importancia de uno u otro dependerá del contexto de la
redacción, del horizonte argumentativo o divulgativo a conseguir, del usuario
del documento y, por supuesto, de las habilidades innatas y aprendidas del redactor.
En mi opinión, para un abogado el objetivo de una cuidada redacción, dentro del
procedimiento comunicativo judicial, no debe ser tanto la mejora de su proceso personal
de escritura y, consecuentemente, tener más éxito y ganar un mayor número de
casos, como la del logro de la excelencia en la interpretación del documento
redactado por parte de los receptores o destinatarios del mismo y como
derivación de su profesional tutela de los legítimos intereses de defensa o
acusación, según corresponda, del representado (Fuente de la imagen: sxc.hu). Este texto también se ha publicado en el Blog de Manuel, bajo el título "Cuidada redacción".
[1] Profesor Adjunto de las facultades de Derecho de las
universidades Alberto Hurtado y Católica de Temuco (Chile). Doctor en Derecho.
[2] Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad
Austral de Chile y miembro del Centro de Desarrollo Docente de la Universidad
de Valparaíso. Doctor en Ciencias Humanas, Magíster en educación y Abogado.
[3] LOS ABOGADOS Y LAS PALABRAS. UNA PROPUESTA PARA FORTALECER COMPETENCIAS INICIALES EN LOS ESTUDIANTES DE DERECHO. Revista de
Derecho. Universidad Católica del Norte, Año 19 -N° 1, 2012 pp. 39-69
[4] G. MARTÍN VIVALDI. “Curso de redacción. Del pensamiento
a la palabra. Teoría y práctica de la composición y del estilo”. Edit.
PARANINFO. 1980. Pág. 432.