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Refresco la inhumana historia de Mylai, porque, a raíz de los recientes acontecimientos relacionados con los refugiados, los inmigrantes y el Aquarius como caso puntual, me estoy preguntando en qué estadios morales se encuentran ubicados los políticos europeos. Aunque por aquello de “a imagen y semejanza”, mejor debería preguntarme en qué moral habita incluso el “españolisto”, perfil en el que me incluyo. Sí, ése que se envalentona y se la va la fuerza por la boca, ya sea en un partido de fútbol, una reunión de amigos o una comida familiar, pero que luego, a la hora de la verdad, ya sea en una moción de censura, unas elecciones, en un congreso de formación o en la defensa de un derecho fundamental, no está o no se le espera porque se le ha visto escondido en la manada con el rabo entre las piernas, obedeciendo por automatismo y respetando las normas por imperativo legal, es decir, por el poder del que las dicta o el resultado de su ejecución. ¿Obediencia, Pragmatismo? Puede que un manojo habiten los pisos de la convención colectiva. Algún que otro iluminado hasta puede que por derecho propio o equivocación (Quién sabe) haya subido hasta el estadio del consenso sobre los derechos de los demás, pero sería absurdo pensar que los representantes políticos e institucionales (organizaciones empresariales y sindicales incluidas), ya sean de ámbito local, regional o nacional, tengan ocupadas la planta donde lo recto y lo justo dependen de un juicio de conciencia sobre los principios universales. Les va más la política de desinformación, de manipulación de la historia y de tierra quemada.