martes, 12 de febrero de 2013

Ojos que no ven

Define la Real Academia de la Lengua Española “salario” (Del lat. salarĭum, de sal, sal). 1. m. Paga o remuneración regular. 2. m. En especial, cantidad de dinero con que se retribuye a los trabajadores por cuenta ajena. Para nada registra salarios en “B” o  sobre sueldos en “negro”. Tal vez porque sea una obviedad en mi país (España). Dicen las sagradas escrituras que “quien esté libre de culpa que tire la primera piedra”. Leía y escuchaba en los medios de comunicación la noticia de las presuntas retribuciones no declaradas a los trabajadores de las empresas del vicepresidente de la CEOE, Arturo Fernández, y me acordaba de mis tres experiencias en esa materia, decidiendo que te tenía que escribir sobre el tema, no para justificar, sino para aportar conocimiento al debate.

Los españoles tenemos lo que nos merecemos. Lo denunciado por la Cadena Ser presiento que desgraciadamente es el pan de cada día ¿o es que no te acuerdas del post "Pasen a la salita"? y como dice el refrán, "de esos polvos estos lodos”, en referencia a la corrupción y el desmadre político que nos ahoga. Hace ya unas décadas, colaboraba en un trabajo que me ilusionaba y que complementaba el resto de mi jornada laboral, dentro del quesito de “proyectos en fase de desarrollo” (ver post “Porciones Emocionales”). Cuando detecté la política retributiva que contemplaba complementos no recogidos en las declaraciones fiscales anuales, presenté mi dimisión. Igualmente, años después, cuando inicié actividad profesional, algún que otro cliente me ofreció y suscitó la vía de cobrar en B. Dejé de trabajar con él. También, recuerdo que catalicé desinteresadamente una operación mercantil y el receptor del trabajo procuró gratificarme con un sobre. Le dije que lo hice porque me constaba que el servicio profesional que iba a ejecutar, era lo que el cliente necesitaba, no para recibir una comisión presuntamente no declarada.

No pienses que mi ser "nada en un mar de virtudes" o que soy "más papista que el Papa" que, a propósito, ha dimitido de su puesto (ABC, El País), cosa rara en estos tiempos que corren. Tampoco, no sé cómo actuaría si la necesidad me acuciase gravemente y tuviera que dar de comer a mi familia. Pero los que siguen haciendo tratos conmigo, ya sea en emolumentos salariales, actividad profesional o empresarial, saben que siempre existe una forma legal de retribuir y contribuir, ya sea vía nómina, minutas u honorarios (si eres un profesional), suplidos, aranceles (si actúas como servidor público) o facturación (si realizas una actividad empresarial). Claro, con qué cara mantienes ese discurso ético si luego ves lo que pasa en todos los estadios, sea el político, el empresarial, el institucional o el social, pareciendo que eres el ingenuo o inocente que lleva el paso cambiado, llegando a recibir críticas en la línea de que no defiendes el pan de tus hijos y otras lindezas, como que eres un tontolaba, que hay que soportar de algunos de tus allegados, compañeros o interlocutores. Pero no se debe desfallecer en este camino que transitamos y en este cambio de época que nos toca vivir.

Finalmente, no nos confundamos, porque parece que todo se argumenta, se justifica, se despeja o se enciende el ventilador de la mierda, a lo “y tú más”. El trabajador o trabajadora que recibe el sobresueldo en negro no es delincuente ante la Ley, sólo será penado ante su conciencia, dependiendo del grado de ética y moralidad que cultive. La que es culpable ante la Ley es la clase empresarial y política que lo promueve y las instituciones públicas que lo consienten a lo "ojos que no ven, corazón que no siente", porque se deja de cotizar ante la Seguridad Social y de ingresar las retenciones por el IRPF a la Agencia Tributaria (Fuente de la imagen: sxc.hu). Post publicado también en el sitio "Blog de Manuel".