miércoles, 25 de abril de 2018

Cabezas de caballo en formato botes de cremas

Se escucha ruido de tambores de elecciones en la Comunidad de Madrid (España). Casi todos los partidos políticos, salvo algún que otro, prometen "el oro y el paraíso" al españolito y a la españolita, que creyéndose “españolistos” y “españolistas”, da igual el color político con el que se sientan identificados o profesen (conservador, progresista, liberal…) decidirán creyéndose el rey o la reina del cotarro. Y está bien que se sientan así, porque cada voto es fundamental, mueve montañas: Siempre que hay elecciones espeto “hay que ir a votar”; es lo que le digo a las personas con las que me relaciono. Pero después de sufrir el último episodio, de falsos másteres, mociones decadentes y presuntas cabezas de caballo en formato botes de cremas despistadas, no logro quitarme de la mente la imagen del ecosistema plutocrático en el que vivimos, fundamentado en el ejercicio del poder por quienes ostentan las fuentes de riqueza o el dominio económico. 

Ya Tucídides consideraba la plutocracia no como un sistema político alternativo a la democracia o la aristocracia, sino como una corrupción de tales sistemas, inestable y desvirtuada, e inevitablemente ligada a la oligarquía, puesto que los señalados como plutócratas tienden a ignorar los intereses del estado, la responsabilidad social y los embarazos políticos, empleando el poder para su propio beneficio, conduciendo todo ello a conflictos sociales, como la cruenta revolución de los Gracos en Roma (133-123 a. C.). Según los expertos, actualmente, una forma habitual de manifestación de los sistemas plutocrácticos, de manera discreta pero efectiva, es a través de la financiación a los partidos políticos. Édgar Hugo Rojas Figueroa llega a afirmar que la democracia liberal es un sistema muy caro puesto que quien tiene dinero participa, pero quien no lo tiene se queda fuera del sistema.

Según mis ideas claves, no cabe duda que la plutocracia es un sistema que favorece la financiación irregular de los partidos políticos, siendo las características principales que identifican a los gobiernos plutocráticos: la apariencia de legitimidad democrática en el ejercicio del poder; gobiernos legitimados por el apoyo del poder legislativo, que en lugar de atender al mandato de los votantes, comprometen los objetivos gubernamentales a la voluntad de los poderosos; relación tácita entre quienes tienen el poder económico y los representantes públicos, que puede identificarse como una suerte de mandato tácito a través del cual los cargos públicos ejercen como mandatorios encargados de realizar la voluntad expresada por los mandantes, que no son otros que el poder económico-financiero (fuente de la imagen: pixabay).