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En la tarde del domingo tuve la oportunidad de escuchar la
entrevista que Jordi Évole le realizó al Ilmo. Sr. Juez Bermúdez, programa Salvados[1].
Respecto a los poderes del estado en general, al judicial en particular y al
Tribunal Supremo en específico, expresó: "Los magistrados que llegan al Supremo son muy buenos juristas, pero otros muy buenos no llegan, por ejemplo, por no tener padrinos, o por no estar asociados. Yo no opino en público sobre los gobiernos porque no soy ciudadano, soy juez las 24 horas". Te traigo lo anterior a colación porque precisamente la
semana pasada escribía en un foro jurídico restringido sobre el tema de la "Difuminación de la división de poderes", que si bien nuestra
Constitución de 1978 establece la separación de los poderes del Estado (legislativo,
ejecutivo y judicial), en línea con la opinión de A. Fernández-Miranda y
Torné-Dombidau y Jiménez (perinquiets.com[2]), el sistema ha derivado hacia un
presidencialismo posibilitado probablemente por la propia arquitectura
constitucional, que pretendía que los gobiernos fueran consistentes,
perdurables, firmes. Lo anterior podría aceptarse para el poder legislativo. Sin
embargo, existe una línea muy difuminada entre el Poder judicial (PJ) y el
Tribunal Constitucional (TC). El PJ es elegido por las Cámaras parlamentarias,
trascendiendo una constitución del Consejo, instintivo de las alineaciones
parlamentarias.
EL TC está conformado por un linaje manifiestamente partidario
de sus miembros, además de una inadecuada articulación de las competencias con
el Tribunal Supremo (TS), lo que permite al TC impunemente explayar su potestad
a cuestiones resueltas concluyentemente por el TS. Otros aspectos, como la
falta de entendimiento y otros intereses de los dos partidos mayoritarios, sitúa
al TC en situaciones cómicas de magistrados con mandamiento pretérito durante
años y no proceder a la estricta renovación de los puestos. ¿A dónde llegamos? A la invasión del partido de turno en el
gobierno y el de la oposición en los cimientos y estructura de estas dos
significativísimas piezas constitucionales. Así, tenemos el típico
posicionamiento entre conservadores y progresistas, consintiendo imaginar
vaticinios sobre el sentido de sus alzamientos. En definitiva, pienso que esa
separación de poderes a la que alude nuestra CE en la práctica no es tal,
afectando muy seriamente a la regulación de materias muy consideradas y trascendentales,
por ejemplo, las libertades fundamentales o el propio funcionamiento y
equilibrio de esos mismos poderes del Estado. Termino con la reflexión del Juez Bermúdez sobre las
presiones que reciben los jueces: A los jueces se les presiona en los medios de comunicación, con campañas de desprestigio y con llamadas de los políticos de turno[2]. Parte de este texto también se ha editado en el Sitio de Manuel, bajo el título ¿A dónde llegamos?
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[1] Si quieres acceder, clickea AQUÍ. Sitio visitado el 28/05/2013.
[2] Sitio visitado el 28/05/2013.